La diabetes mellitus es una enfermedad que afecta al páncreas endocrino y que se caracteriza por presentar el animal hiperglucemia persistente, es decir, niveles de glucosa altos en sangre.

Esta enfermedad suele afectar a gatos de mediana o avanzada edad, siendo más frecuente en machos castrados y con obesidad. Existen algunas razas con mayor predispoción, como es el caso del gato Burmés.

Se distinguen distintos tipos de diabetes, siendo la más común en el gato la diabetes tipo II. El páncreas produce insulina correctamente; sin embargo, ciertos factores predisponentes como la obesidad dan lugar a una alteración de los receptores de insulina y por tanto una resistencia a la misma. Debido a esta resistencia, la glucosa no puede acceder a las células quedando en la sangre y produciendo la hiperglucemia persistente. Además, el acúmulo excesivo de insulina puede provocar el daño del páncreas, lo que impedirá que la enfermedad revierta. Esta es una diferencia importante con la diabetes canina, ya que los perros padecen con más frecuencia diabetes tipo I, en la que se destruyen las células beta del páncreas, y por tanto se requiere un tratamiento de por vida. Por suerte, en el caso de los gatos, si se controla el peso del animal y se realiza un tratamiento rápido, el páncreas puede recuperarse y la enfermedad remitirá. Por último, los gatos también pueden padecer diabetes tipo III o secundaria en la que los animales llegan a la diabetes por otras causas (patologías como la pancreatitis y la acromegalia o administración de medicamentos como los glucocorticoides o los progestágenos). Este tipo también es reversible si se ataja la causa primaria.

SIGNOS CLÍNICOS

Normalmente siempre está presente lo que se conoce como las 4 P: polidipsia (beber más cantidad de lo habitual), poliuria (orinar más cantidad de lo normal), polifagia (comer más de lo habitual) y pérdida de peso.

Además, pueden aparecer complicaciones como consecuencia de la descompensación de la enfermedad:

 Problemas oculares: cataratas (más frecuente en el perro) y retinopatías.
 Pancreatitis aguda: puede ser causa o complicación de la diabetes.
 Infecciones secundarias: las más frecuentes son las orales, urinarias o cutáneas.
 Lipidosis hepática: acumulación patológica de triglicéridos en el hígado.
 Neuropatía periférica: relativamente frecuente en gatos. Los animales que la padecen comienzan a caminar de forma plantígrada.
 Problemas renales: especialmente glomerulopatías.
 Cetoacidosis diabética: es la complicación más grave. Se produce por la acumulación de cuerpos cetónicos, sustancias que se producen por la activación de la lipolisis para la obtención de energía, dado que el organismos no puede usar la glucosa como fuente de energía.

DIAGNÓSTICO

Ante la aparición de cualquiera de los signos clínicos comentados, se deberá acudir con el animal al veterinario para que este proceda a detectar el nivel de glucosa y cuerpos cetónicos en sangre por medio de una analítica sanguínea, así como en orina por medio de un análisis de orina. Por tanto, el diagnóstico de la diabetes mellitus se basa en tres pilares fundamentales: signos clínicos + hiperglucemia en ayuno + glucosuria. Se considera que un gato padece hiperglucemia en ayuno cuando el valor de glucosa es >200mg/dl.

A su vez, en el análisis sanguíneo se medirán otros parámetros como las enzimas hepáticas y el colesterol, que pueden estar elevados. Además, el valor de proteínas glicadas como la fructosamina o la hemoglobina glicada indican si ha habido una glucemia elevada en las 2-3 semanas precedentes. Son útiles en el diagnóstico de la enfermedad especialmente en gatos, ya que en estos animales resulta difícil diferenciar entre una diabetes incipiente y una hiperglucemia motivada por el estrés.

TRATAMIENTO

Los objetivos del tratamiento son los siguientes:

 Control de los signos clínicos
 Evitar las complicaciones a largo plazo
 Evitar la hipoglucemia
 Remisión de la enfermedad (lo que ocurre en un alto porcentaje de casos, pero no en todos, por lo que algunos gatos requerirán tratamiento de por vida).

Para conseguirlo se deben abordar diferentes frentes:

 Dieta y ejercicio: en gatos puede ser útil aumentar la frecuencia con que se le ofrece comida, y distribuirla en distintos sitios de la casa a los que tenga que llegar subiendo alguna altura, o en definitiva, haciendo algún tipo de ejercicio.
La dieta ideal para un gato diabético es aquella baja en hidratos de carbono y alta en proteínas. En el caso de padecer una diabetes inicial, el uso de esta dieta facilita la remisión de la misma hasta en un 30-50% y en las diabetes de larga duración permite un mejor control de la enfermedad. En el caso de animales con enfermedades concurrentes o en los que esté contraindicada una dieta alta en proteínas (gatos con enfermedad renal) se puede optar por una dieta alta en fibra. Su veterinario le aconsejará sobre la cantidad y el tipo de comida.
 Control de peso: es fundamental, ya que la obesidad estropea los receptores de insulina.
 Administración de hipoglucemiantes orales: a diferencia de la especie canina, al mantenerse en los gatos la producción de insulina, este tipo de fármacos sí son relativamente efectivos, reduciendo la cantidad de glucosa por distintos mecanismos. Únicamente en el caso de gatos con diabetes tipos II, obesos y sin mayores complicaciones, el control de la enfermedad se puede llevar mediante la administración de estos fármacos, aunque se desaconseja totalmente darlos a largo plazo. Dentro de este tipo de sustancias, la más usada en el gato es la glipizida cada 12 horas. Se deberá llevar a cabo un seguimiento del animal en casa por medio de tiras reactivas de orina que indiquen los niveles de glucosa y de cuerpos cetónicos en orina.
 Administración de insulina: se inyecta vía subcutánea cada 12 horas en el lomo del animal, intentando variar cada vez de lugar, ya que los gatos son relativamente sensibles a las inyecciones. Preferiblemente se debe comenzar el tratamiento con insulina lo antes posible para aumentar las posibilidades de remisión de la enfermedad. Es muy importante que el propietario sea muy cuidadoso en el manejo de la insulina, ya que es una sustancia muy delicada, así como que aprenda de su veterinario la forma correcta de la administración subcutánea de la misma. En gatos se suelen emplear la insulina lenta porcina, el análogo de insulina humana glardina o la insulina humana PZI. Se deberá llevar a cabo un seguimiento del animal en casa por medio de tiras reactivas de orina que indiquen los niveles de glucosa y de cuerpos cetónicos en orina.
 Control de procesos concurrentes.
 Comunicación con el veterinario: es fundamental al tratarse de una enfermedad crónica que puede suponer la aparición de complicaciones graves que pueden poner en peligro la vida del animal.
 Monitorización de la enfermedad: el control de la diabetes requiere de una gran implicación de los propietarios, ya que el mejor lugar para la regulación de la misma es el ambiente doméstico. Es por ello por lo que se deberá anotar la remisión o empeoramiento de signos clínicos, así como realizar un control de peso. Además, se deberá medir la presencia de glucosa y de cuerpos cetónicos en la orina por medio de tiras reactivas al menos una vez al día. Para el control de la glucosa en sangre es necesaria la realización de una curva de glucosa, que consiste en hacer mediciones de la misma en sangre cada dos horas durante 12 horas, habiendo comido el animal su comida habitual y habiendo recibido su dosis de insulina. En gatos, se procederá a pinchar suavemente la oreja para obtener una pequeña gota de sangre. Lo ideal es que la primera vez que se realiza una curva sea en ambiente hospitalario, pero a partir de entonces es mejor que se lleve a cabo en el domicilio habitual. Se trata de un procedimiento sencillo y metódico para el que se dispone de glucómetros perfectamente adaptados para animales. El veterinario valorará la curva y decidirá si es necesaria una subida o bajada de dosis. Es fundamental que no se modifique la dosis si el veterinario no se lo indica, ya que esto puede suponer la aparición de complicaciones importantes.

En definitiva, aun tratándose de una enfermedad aparentemente compleja, gracias a la implicación de los dueños se consiguen buenos resultados pudiendo alcanzar el animal una buena calidad de vida. Además, en el caso de los gatos, si se realiza un diagnóstico precoz las posibilidades de remisión aumentan, pudiendo volver a llevar una vida completamente normal.