La anorexia en gatos es más grave de lo que puede llegar a parecer. Hoy os hablaremos de la lipidosis hepática, una enfermedad del hígado relativamente frecuente en esta especie, también conocida como síndrome de lipidosis hepática o lipidosis hepática idiopática felina. Puede ser secundaria a otras patologías que cursan con anorexia como pancreatitis, colangitis, enfermedad inflamatoria intestinal, diabetes mellitus, hipertiroidismo, enfermedad renal o neoplasia. Sin embargo, en un porcentaje de los casos es idiopática, es decir, no se encuentra una causa subyacente. No parece existir predisposición sexual, pero sí aparece con mayor frecuencia en gatos de mediana edad con una condición corporal elevada.

En cuanto a la etiopatogenia, tras un periodo de anorexia se produce un déficit de energía y proteína. Para intentar revertir esta situación, el organismo moviliza los ácidos grasos al hígado, donde se produce su acumulación. El hígado ve sobrepasada su capacidad de metabolizar estos ácidos grasos tanto por la cantidad de los mismos como por no disponer de las proteínas necesarias debido a la restricción proteica motivada por la anorexia.

Algunos de los factores que influyen en el desarrollo de esta enfermedad se detallan a continuación:

 Enfermedades sistémicas: es frecuente que los gatos enfermos dejen de comer, lo que puede motivar la aparición de lipidosis hepática.
 Situaciones estresantes:los gatos son especialmente sensibles al estrés, momento en el que se produce una disminución de los niveles de insulina. Esto favorece la lipólisis, es decir, la formación de ácidos grasos que finalmente llegarán al hígado. Además, los gatos estresados suelen dejar de interesarse por la comida.
 Condición corporal: si el animal presenta sobrepeso u obesidad, la producción de ácidos grasos excede a las necesidades energéticas, por lo que se acumulan en el hígado.
 Alimentación: las dietas ricas en carbohidratos y grasas favorecen la aparición de obesidad. Además, es importante controlar las posibles deficiencias de taurina, arginina o carnitina.

La sintomatología puede ser algo inespecífica, por lo que resulta fundamental que se informe al veterinario de cualquier cambio en el comportamiento del animal. Hay que sospechar ante la aparición de anorexia, deshidratación, pérdida de peso progresiva, problemas digestivos (vómitos o diarrea), ptialismo, ictericia, ascitis, debilidad… En el caso de padecer encefalopatía hepática, aparecerán signos neurológicos como ceguera o alteración del estado mental.

Para llegar al diagnóstico de esta enfermedad el veterinario le indicará las pruebas necesarias, consistentes en:

 Hemograma: permitirá valorar la presencia de anemia (normalmente no regenerativa, normocrómica y normocítica), además de poder obtener pistas de la presencia de alguna patología subyacente.

 Bioquímica: elevación de enzimas hepáticas (especialmente de la fosfatasa alcalina), aumento de bilirrubina, amoniaco y urea, alteraciones electrolíticas, disminución de la albúmina…

 Pruebas de imagen: como primera aproximación puede realizarse una radiografía de abdomen para valorar el tamaño del hígado, que en los gatos con lipidosis hepática estará aumentado de tamaño. Sin embargo, la prueba de elección es la ecografía, en la que se apreciará el hígado hiperecogénico y se podrá descartar la presencia de otras patologías hepáticas, biliares, pancreáticas o intestinales.

 Biopsia: permite el diagnóstico definitivo. Sin embargo, como primera aproximación, se puede realizar una punción-aspiración con aguja fina (PAAF), siendo una prueba menos invasiva, aunque menos sensible ya que puede no obtenerse una muestra representativa.

El tratamiento puede dividirse en dos fases:

1. Estabilización: se realizará por medio de la administración de fluidoterapia para la corrección de la deshidratación y las alteraciones electrolíticas. Puede ser necesaria la suplementación con vitaminas, como la vitamina K, y en el caso de existir vómitos, se utilizarán antieméticos y protectores gástricos. En función de la patología subyacente, se establecerá el protocolo terapéutico más apropiado para la misma. Resulta de vital importancia comenzar a alimentar al animal, que deberá recibir una alimentación enteral por medio de una sonda naso-esofágica que se introducirá por la nariz y llegará hasta la zona distal del esófago.

2. Protocolo a largo plazo: consiste en instaurar un plan de alimentación enteral para llevar un control de las calorías aportadas al animal. Dado que los gatos presentan anorexia, será necesaria la colocación de un tubo de esofagostomía (se introduce directamente en esófago a través de una incisión en la piel) que puede mantenerse durante semanas e incluso meses. Para ello hay que sedar al animal, por lo que solo debe hacerse en animales que ya hayan sido estabilizados. La dieta administrada debe ser de alta calidad y rica en proteínas.

El pronóstico es de reservado a grave, influyendo de forma muy significativa la rapidez en el diagnóstico, así como la pronta instauración de la alimentación forzada y el tratamiento de la enfermedad subyacente. Es por ello por lo que recomendamos encarecidamente que si su gato ha dejado de comer acuda a su veterinario.