¿Has observado una masa de color rojizo y consistencia blanda en la zona lagrimal del ojo de tu perro o gato?

La membrana nictitante, mal llamada en perros y gatos tercer párpado, es un pliegue de la conjuntiva que tiene en su interior un cartílago en forma de T que le da forma. Justo en su base y anclada por tejido conjuntivo, se encuentra la glándula lacrimal accesoria, que se encarga de producir el 30-50% de la secreción acuosa de la lágrima. El prolapso de esta glándula es lo que se conoce como “ojo de cereza (cherry eye)” o luxación de la glándula accesoria.

Esta patología se puede producir por dos mecanismos, lo que influirá en la clínica que presente el animal: -Inflamación y adenitis primaria que ocasionen la salida hacia el exterior con el consiguiente daño del tejido conectivo. El grado de inflamación suele ser mayor.

-Problemas a nivel del tejido conectivo que provoquen la luxación inicial con la posterior inflamación de la glándula y la consiguietne dificultad para volver a su posición inicial. El grado de inflamación en estos casos suele ser menor.

Esta patología no dolorosa suele afectar a perros jóvenes y puede aparecer de forma unilateral o bilateral habiéndose descrito determinadas razas, en su mayoría de tamaño mediano, predipuestas a la presentación en ambos ojos (beagle, bulldog, carlino, shih-tzu, pequinés, san bernardo, shar pei...).

El diagnóstico resulta sencillo debido a la presentación clínica. Es importante diferenciar la luxación de la glándula con problemas de la propia membrana nicitinte. Para ello el veterinario aplicará colirio anestésico en el ojo del paciente para corroborar que la membrana nictitante puede desplazarse sobre la glándula sin ninguna dificultad. Es importante medir la secreción lagrimal, ya que se puede ver comprometida la funcionalidad de la glándula con la consecuente reducción de la producción de lágrima, lo que puede desembocar en problemas a nivel de la córnea.

En cuanto al tratamiento, dependerá del grado de inflamación así como del tiempo que lleve la glándula prolapsada. En el momento inicial se puede intentar llevar a cabo la recolocación manual previa aplicación de anestésico tópico. Sin embargo, es bastante probable que se vuelva a producir la salida de la glándula hacia el exterior. Es por ello que el tratamiento de elección suele ser quirúrgico, existiéndo más de 15 técnicas descritas, en ninguna de las cuales se realiza la estirpación de la glándula debido a su importancia en la producción lagrimal. La técnica más usada consiste en la creación de un “bolsillo” en la membrana nictitante donde se alojará la glándula para después cerrarlo con puntos de sutura. El tratamiento posquirúrgico se basa en la administración de gotas tanto de antiinflamatorio como de antibiótico y en la colocación de un collar isabelino que no podrá ser retirado hasta el alta.

El pronóstivo es bueno, aunque es cierto que cuanto más inflamada esté la glándula más probable es la aparición de recidivas tras la cirugía, teniendo en muchos casos que ser reintervenidos hasta conseguir que no se vuelva a producir la luxación. En los casos muy crónicos la funcionalidad de la glándula puede no recuperarse tras la cirugía desembocando en la aparición de ojo seco.