Entre las enfermedades infecciosas que más frecuentemente encontramos entre nuestros gatitos, se encuentran la leucemia (FeLV) y la inmunodeficiencia felina (FIV). Dada la importancia de cada una de ellas, dedicaremos este espacio para hablar de la leucemia felina y más adelante publicaremos una entrada hablando sobre la inmunodeficiencia.

La leucemia felina es una enfermedad vírica causada por un retrovirus. Su distribución en nuestro territorio es muy elevada ya que se transmite fácilmente a través de saliva, secreciones nasales, orina o heces. Además, la madre también puede transmitirlo a los gatitos durante la gestación y en sus primeras etapas de vida a través de la leche materna, lo que se conoce como transmisión vertical.

Leucemia Felina

Debido a esta gran facilidad de transmisión que posee el virus, actualmente no está recomendado juntar a gatitos positivos a la leucemia con gatitos negativos, ya que a través del contacto estrecho entre ellos (lamidos) y el hecho de compartir bebedero, comedero o arenero, estaríamos promoviendo la dispersión de la enfermedad.

Cuando el organismo entra en contacto con el virus, este se dispersará por el tejido linfoide hasta llegar a la médula ósea. Tras infectar la médula ósea, el virus llegará a la sangre donde podrá detectarse gracias a las pruebas diagnósticas que tenemos a nuestra disposición.

La forma de diagnosticar la enfermedad es a través de una prueba ELISA en la que se identifica la presencia del virus en la sangre de nuestro animal. Esta prueba se comercializa en forma de test rápido, conociéndose comúnmente como “test FeLV-FIV”, ya que en la misma prueba se valora también si es positivo a la inmunodeficiencia felina. Con una simple extracción de sangre tendremos el resultado en 10-15 minutos. Para que el resultado de la prueba sea fiable, debe realizarse al menos entre los 21 y 30 días post-infección, ya que si no podría resultar en un falso negativo. Como no podemos saber cuándo se ha producido el momento del contagio, lo mejor es esperar entre 21 y 30 días desde que tenemos a nuestro gato en casa, aislado del contacto con otros gatos, para realizarle la prueba. Ante casos dudosos, puede ser necesario realizar pruebas más específicas, como una PCR. Ante cualquier duda sobre el proceso diagnóstico de la enfermedad, no dudes en contactar con tu veterinario, él te podrá aconsejar la mejor manera de abordar el caso.

Llegados a este punto, un gatito contagiado de leucemia felina podrá desarrollar la infección de dos maneras distintas: de forma progresiva o regresiva. En la forma progresiva, el sistema inmunitario del animal no puede hacer frente a la infección, de manera que será un animal infectado y enfermo que desarrollará sintomatología. En la forma regresiva, el animal sí puede hacer frente a la infección, de manera que estará infectado por el virus, pero no enfermo. Que el virus actúe de una manera u otra, dependerá de varios factores, entre ellos destacan: el sistema inmunitario del gato, la carga viral, el ambiente y otras enfermedades del animal.

Los gatitos con enfermedad progresiva son aquellos que desarrollarán enfermedades asociadas a la leucemia. Las enfermedades asociadas a la leucemia más frecuentes son: el desarrollo de tumores (principalmente el linfoma mediastínico, situado en la cavidad torácica), anemia (disminución de los glóbulos rojos), leucemia (disminución de los glóbulos blancos), infecciones secundarias (debido a la inmunosupresión) y patologías inflamatorias en la cavidad oral. Debido a la variedad de alteraciones que pueden tener estos gatitos, podemos observar múltiples síntomas como: dificultad respiratoria, letargia, anorexia, trastornos neurológicos etc. Lo ideal es ir controlando el estado inmunitario de estos gatitos a través de analíticas cada 6 meses, para poder anticiparnos a estadios más avanzados de enfermedad.

El tratamiento de la leucemia felina se realizará tratando de manera específica la enfermedad que haya desarrollado el animal, pero dado que las opciones terapéuticas son limitadas, la mejor herramienta que tenemos a nuestro alcance es la de la vacunación, que disminuye enormemente la posibilidad de contagio. La vacunación frente a la leucemia debe comenzar a partir de las 8 semanas de vida del gatito, siempre y cuando haya obtenido un resultado negativo frente a la leucemia en un test FeLV-FIV. Se pondrá una segunda dosis pasados 21 días y luego se revacunará anualmente, dando a nuestro felino la mejor protección posible.