Es lo que se conoce como ictericia, un signo clínico que aparece en varias enfermedades que pueden poner en peligro la vida de tu amigo. Se caracteriza por la coloración amarillenta especialmente de piel, mucosas, orina y suero sanguíneo.
Esa pigmentación es debida a la acumulación de bilirrubina, una sustancia que deriva fundamentalmente de la descomposición de los glóbulos rojos. De forma natural la bilirrubina es transportada al hígado, donde se conjuga para ser almacenada en la vesícula biliar y posteriormente eliminada a través del sistema digestivo, participando en la digestión y dándole color a las heces. Sin embargo, diversos factores pueden impedir su correcto metabolismo con su consiguiente acumulación. Cuando la cantidad de bilirrubina se sitúa por encima de los 2mg/dl, aparece la coloración en piel y mucosas. Se distinguen tres tipos de ictericia en función de a qué nivel se localice el problema:
- Ictericia pre-hepática: se produce más bilirrubina de la que el hígado es capaz de conjugar, normalmente por rotura excesiva de los glóbulos rojos (hemólisis grave). Como posibles causas están la anemia hemolítica inmunomediada, procesos infecciosos, ingestión de tóxicos, alteraciones congénitas...
- Ictericia hepática: en este caso el problema se encuentra directamente en las células del hígado (hepatocitos) o en las vías biliares intrahepáticas. Cualquier problema del hígado puede suponer la aparición de ictericia. Algunos ejemplos son la lipidosis hepática, hepatitis (aguda o crónica), neoplasia hepática (más habitual en pacientes de edad avanzada), alteraciones hepáticas congénitas o problemas en las vías biliares. A su vez, otros procesos ajenos al hígado pueden tener consecuencias en este, como es el caso de las intoxicaciones con sustancias hepatóxicas, infecciones como la peritonitis infecciosa felina o la toxoplasmosis, o enfermedades endocrinas como la diabetes mellitus.
- Ictericia post-hepática: se produce una obstrucción mecánica del paso de la bilis impidiendo su correcta eliminación, por ejemplo, ante la presencia de inflamación del páncreas (pancreatitis) o de tumores a nivel de duodeno o páncreas. También se incluyen en este grupo las roturas del conducto biliar extrahepático, generalmente debidas a traumatismos fuertes. Es posible que en estos casos las heces presenten menos coloración ya que la bilis no es capaz de llegar al intestino.
Ante la aparición de ictericia debemos acudir al veterinario, que se encargará de examinar a nuestro animal, así como de establecer las pruebas necesarias para llegar a un diagnóstico definitivo. En primer lugar, realizará una exhaustiva historia clínica y exploración física para detectar todos los síntomas que presenta nuestro gato.
La analítica de sangre nos permitirá, por un lado, medir el nivel de bilirrubina en sangre y, por otro, empezar a sospechar la localización del problema: pre-hepático, hepático o post-hepático. En cuanto a las pruebas de imagen, la ecografía es la de elección, para valorar tanto el hígado como las vías biliares, así como la toma de muestras. En algunas ocasiones será necesaria la realización de un TAC en el caso de que con las otras pruebas no se localice el problema.
En cuanto al tratamiento, se deberá abordar la enfermedad subyacente que está provocando la aparición de la ictericia, lo que variará en función de cada caso.
En definitiva, la ictericia es una condición grave que debe ser estudiada a fondo para determinar su causa y establecer así un tratamiento en el menor tiempo posible.