El síndrome del gato paracaidista (o síndrome del gato volador) se refiere al conjunto de lesiones, signos o síntomas clínicos que aparecen debido a que el animal cae al vacío desde un punto alto, generalmente una ventana, balcón o terraza.

Como causas principales podemos citar, entre otras, la curiosidad innata que caracteriza a la especie felina, descuidos de los propietarios en el hogar, la inexperiencia de los individuos jóvenes, su instinto de caza o la actividad sexual, especialmente durante la pubertad. Cualquier gato es susceptible de sufrir este accidente, aunque existe un mayor riesgo de que suceda si el gato no está esterilizado y es joven (menor de 2 años), siendo igualmente posible tanto en machos como en hembras.

Debido a su ligereza y excelente sentido del equilibrio, al caer al vació giran el cuerpo de manera natural y se estiran para caer de pie y así reducir el impacto, pero en ocasiones no tienen tiempo suficiente para corregir la postura, como cuando caen desde un primer piso o si hay salientes. A diferencia de lo que se pueda pensar, suelen ser más graves las caídas desde una altura menor a dos pisos, aunque alturas equivalentes a un 5º piso o superior pueden resultar mortales.

En caso de que nuestro gato caiga al vacío debemos acudir a nuestro veterinario de inmediato, aunque no veamos lesiones a simple vista, ya que éstas pueden ser a nivel interno. A la hora de cogerlo, lo tomaremos con una toalla y con mucho cuidado, recordando que el animal estará asustado y dolorido. Es importante recalcar que no debemos estresar al gato ni moverlo bruscamente, ni esperar sin hacer nada o medicar por nuestra cuenta.

Entre la gran variedad de hallazgos que podemos encontrar, podemos encontrarnos traumatismos de diversa gravedad, como luxaciones o fracturas de extremidades, cadera o columna, problemas de micción, abdomen dilatado por hemorragias internas, rotura de órganos internos como la vejiga o el bazo, dificultad respiratoria (debida a hernias, contusiones o neumotórax), o estado mental alterado, incluso shock o muerte en casos muy graves.

Para poder tratar este síndrome, debemos aproximarnos de manera individualizada en función de cada caso:

- Primero realizaremos una exploración física rápida y sistemática para obtener la mayor cantidad de información posible, poniendo especial énfasis en las vías aéreas y respiración, sistema circulatorio y sistema nervioso.

- A continuación, y en base a los hallazgos encontrados, estabilizaremos al animal mediante oxigenoterapia, fluidoterapia, analgesia, etc... Una vez estabilizado, podremos realizar pruebas complementarias para valorar el estado interno, tales como análisis de sangre y orina, radiografías de tórax y abdomen o ecografía.

- En función de los resultados, se puede valorar realizar cirugías de urgencia, estabilizar fracturas o drenar líquido de las cavidades, entre otros.

A pesar de que no observemos lesiones se aconseja mantener al animal hospitalizado al menos 24 horas, ya que algunos procesos pueden no observarse hasta varias horas después del incidente, como el neumotórax. Debido a que la variedad de lesiones y síntomas puede ser muy amplia, el pronóstico será también muy variable.

La prevención en estos casos va a resultar un punto clave si queremos evitarlo, promoviendo medidas que eviten que el gato pueda asomarse y caer.

Podemos enriquecer el ambiente del gato con juegos, sistemas de búsqueda de comida, estanterías con diferentes alturas y otros elementos con los cuales desarrollar su instinto de caza, así como introducir en el hogar otro gato con el que pueda jugar y entretenerse, siempre y cuando sea posible según sus conductas y cómo lo acepten. Para que el gato pueda estar alejado de las zonas de riesgo, se recomienda colocar mosquiteras o rejillas.