Giardia (G. duodenalis, G. lambia) es un parásito intestinal del grupo de los protozoos flagelados, cuya infección es bastante frecuente en perros y gato, y especialmente relevante en cachorros (es el parásito interno más habitual en animales menores de un año). La transmisión se produce tras la ingestión de quistes diseminados por animales o humanos a través de las heces, y que pueden encontrarse también en aguas contaminadas o durante el acicalado.
Es posible que animales infectados por Giardias no presenten signos evidentes de enfermedad (comportándose como portadores asintomáticos). En los casos en los que sí se desarrolla un cuadro clínico, los síntomas más frecuentes son:
- Diarrea, presentándose de forma llamativa ya que se produce un gran volumen de heces líquidas y a veces sanguinolentas, de color claro y olor bastante desagradable, pudiendo darse de manera aguda o crónica e intermitente.
- Dolor abdominal.
- Pérdida de apetito.
- Pérdida de apetito.
- Pérdida de peso, aun cuando el apetito del animal sea normal, ya que no se produce de forma correcta la absorción de nutrientes.
En casos en los que la enfermedad persista o se actúe de forma tardía, se pueden desencadenar problemas gastrointestinales más graves como la enfermedad inflamatoria intestinal (IBD), malabsorción (incapacidad de absorber ciertos nutrientes del alimento) y dificultad para ganar peso y mantenerlo (debido a que los enterocitos, células responsables de la absorción de nutrientes, están dañados) o deshidratación.
Respecto al diagnóstico, se suele realizar a través de muestras de heces, siendo necesarias de varios días, generalmente tres, para evitar un resultado falso negativo, ya que la eliminación de las Giardias en heces se da de forma intermitente. En casos más dudosos, es posible recurrir a test comerciales de diagnóstico rápido.
Por tanto, el tratamiento va a estar enfocado a eliminar el agente causal, a través del uso de antiparasitarios como el fenbendazol durante varios días, y puede ser apoyado por antibióticos para tratar las diarreas y estabilizar la flora bacteriana intestinal, así como fluidoterapia para la reposición de líquidos en caso de animales deshidratados.
El pronóstico es bueno generalmente, siempre y cuando se afronte de manera rápida y eficaz, aunque individuos jóvenes, geriátricos, inmunodeprimidos o con otras enfermedades adyacentes tienen mayor riesgo de que se agrave la enfermedad.
Las medidas de prevención para evitar la transmisión del parásito son muy sencillas y fáciles de seguir, siendo principalmente la correcta higiene de manos (sobre todo al manejar alimentos y posible contacto con heces) y entorno donde puedan estar los animales infectados, para evitar la posible transmisión orofecal, así como acudir a las revisiones veterinarias pertinentes y mantener actualizado el protocolo de desparasitación.