La inmunodeficiencia felina es, junto a la leucemia, una de las enfermedades infecciosas más importantes que nos encontramos entre nuestros pacientes felinos. En esta entrada nos dedicaremos a hablar sobre la inmunodeficiencia, pero si tienes dudas sobre la leucemia, puedes echar un vistazo a nuestro post anterior LEUCEMIA FELINA.

Innumunodeficiencia Felina

La inmunodeficiencia felina es una enfermedad vírica causada por un retrovirus, el cual se encuentra altamente diseminado entre la población felina. La vía de transmisión más común es a través de peleas y agresiones entre individuos en las cuales se producen mordeduras, haciendo que la saliva del gato infectado entre en contacto con la sangre del animal sano, transmitiendo así la infección.


Debido a esta forma de transmisión estrechamente ligada a ambientes donde los gatos se pelean entre sí, a día de hoy, un gato positivo a inmunodeficiencia podría convivir con gatos sanos, siempre que su relación sea buena. Aún así, si en algún momento te encuentras ante una situación similar, antes de juntar a los gatitos no dudes en consultar a tu veterinario para poder tomar previamente todas las precauciones posibles.

El diagnóstico de la inmunodeficiencia felina normalmente se realiza con test rápidos que detectan anticuerpos frente a la enfermedad. Estos test suelen incluir también la posibilidad de detección de la leucemia felina, de manera que con una muestra de sangre tenemos el resultado en 10-15 minutos para ambas enfermedades. Al ser una prueba que detecta anticuerpos, podemos encontrarnos a gatitos con un resultado falsamente positivo debido a que, a través de la leche, su madre les ha podido transmitir anticuerpos frente a la enfermedad. En estos casos, el gato tendrá anticuerpos en sangre, pero no tendrá partículas víricas, convirtiéndolo en un animal sano. Es por esto que siempre se recomienda volver a testar a los gatitos tras haber cumplido los 6 meses, ya que a esta edad los anticuerpos maternales ya no circulan por el organismo.

Para casos dudosos, también disponemos de pruebas PCR cuyo resultado es más fiable ya que se identifica la partícula vírica y no interfieren los anticuerpos maternales.

En aquellos animales infectados por el virus, este va a afectar a los glóbulos blancos de la sangre. En un primer momento el virus se quedará en un estado latente donde no producirá ninguna alteración en el organismo. Esta fase se conoce como “fase asintomática” ya que no veremos ningún síntoma de enfermedad en el animal. La parte positiva de esta etapa es que puede durar muchísimo tiempo, de tal forma que a día de hoy gran parte de los gatos inmunodeficientes tienen tiempos de supervivencia similares a los de los gatos sanos.

Pasado un tiempo, el virus puede reactivarse. En estos casos, producirá un efecto dañino sobre los glóbulos blancos, causando una disminución de las defensas del felino que conlleva a un estado de inmunodeficiencia. Esta fase se conoce como “fase clínica o sintomática” ya que sí podremos observar síntomas en nuestro felino. Estos se producen a causa de infecciones secundarias y patologías que se desarrollan con mayor facilidad debido al estado de inmunodeficiencia. Entre las patologías más frecuentes que vemos asociadas a esta enfermedad, nos encontramos con: la gingivoestomatitis crónica, la glomerulonefritis (daño renal) o los linfomas.

Desgraciadamente no hay un tratamiento específico para curar el virus de la inmunodeficiencia felina, se trata de una enfermedad crónica. Hay estudios acerca de algunos fármacos que han conseguido mejorar los signos clínicos en ciertos casos, como la zidovudina o el interferón felino. Sin embargo, el efecto de estos medicamentos es corto y se generan resistencias rápidamente. Es por ello por lo que en la mayoría de los casos tan solo nos podemos limitar a poner un tratamiento sintomático frente a las patologías asociadas que presenta nuestro gato.

En estos casos donde no hay un tratamiento específico para la enfermedad, es muy importante incidir en la prevención de otras infecciones. Para ello se recomienda llevar a cabo un adecuado protocolo vacunal y tener adecuadamente desparasitado interna y externamente a nuestro felino. A su vez, es conveniente esterilizar a estos animales, ya que la actividad sexual les genera estrés y puede fomentar las peleas entre individuos, sobre todo si son machos. Por último, se recomienda también limitar el contacto con el exterior de estos animales, ya que la probabilidad de contraer enfermedades será más elevada.